23 de diciembre de 2010


Siempre me he preguntado como serían las cosas si todas las decisiones que anticipan este momento hubieran sido otras. Hay quien lo llama destino, y supongo que es más fácil pensar que todo ocurre por una razón, y que hay una finalidad para cada mal momento. También hay quien se escuda en la religión, aunque para mi no hay gran consuelo en pensar que el curso de mi vida, de mis actos y de mi felicidad al fin y al cabo, están en manos un supuesto ser superior. Prefiero pensar que todas mis decisiones, acertadas y erroneas, puede que incluso más de éstas últimas, son mias.

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